ESPEJO
Ácida y tierna, describió una vez
Diego Rivera a Frida Kahlo y no más que así me siento.
Solo aquellos que tan cerca te
observan pueden vislumbrar tras una acidez que a muchos espanta, lo dulce de un
corazón que como un erizo repele a los demás teñido por el miedo. Abrumada siempre por una mente cada vez más
compleja que de ese modo acompleja los sentimientos o tal vez al revés, se complica la vida, tratar con los demás se vuelve camino angosto y
pedregoso para quien le cuesta caminar incluso por sendero amplio.
Ser empático y sensible lo
definen como panacea y utópico mientras que a medida que tratas de llegar a los
demás, los sentimientos y los malos entendidos se vuelven intrincados laberintos
con difícil solución. Cuando sabes lo que sientes, cuando sabes lo que sienten.
Colores se mezclan en mi mente,
subidas y bajadas del corazón cuando al no encajar me siento pato en una fiesta
de cisnes. Como aquel que dibujar sin pincel trata, cuando sabes el dibujo pero
no cómo aplicar las trazas que lo lleven a la vida.
Música suena en mis oídos e
incapaz de tararearla porque es como si me encontrara sin lengua en un mundo de
ciegos, que son incapaces de ver mi frustración cuando no se expresarme. A veces
incluso a través de las letras me cuesta encontrar la unión que desencadene el
enigma que mi corazón esconde, que mi alma canta y mis ojos alumbran.
Soy ciega en un mundo de colores y
muda en un mundo de sonidos, corazón sufrido que busca abrazos en un jardín de
cactus. Perdida en un mundo de brújulas rotas intento dando topetazos encontrar
la salida en ese sitio donde la magia consiste en quedarse.
-
¿Acaso no veis que no sigo siendo más que una
niña con miedo a no encajar? ¿Qué sigo siendo esa asustadiza oruga que no sabe
que algún día puede ser mariposa?
-
No me juzguéis sin haberme conocido. ¡No me
juzguéis sin haberme amado!
Grito delante de un público que
parece empequeñecerse por momentos, y tras el vaho que empaña mi visión, solo
veo a alguien mirarme atenta pero escéptica de lo que digo, solo ella me interesa,
solo ella me escucha, y es que el espejo me muestra el único público ateo de mí, el único juez impasible.
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