Feminismo y amor, partes de un mismo todo.
Tras haber hecho una inmersión de
nuevo en la burbuja del feminismo, entre lectoras y escritoras cada una tan
diversas como palabras hay en el lenguaje, no entiendo qué problemática nos hemos auto impuesto como si ya tuviéramos pocas por el hecho de ser mujer, con
el horripilante y peliagudo tema de amar. Pareciera y no es, un defecto
biológico-sociológico asignado a la mujer. Y llego a la conclusión de preguntarme
tras haberlo padecido y disfrutado de que ¿y si no es un defecto? ¿Y si es una
virtud? Una maravillosa virtud manipulada y utilizada en muchos casos para
hacernos daño, pues si coges algo tan hermoso como el amar y lo usas como
cadenas para el que te ama, entonces las culpables no son las que aman, llamadas por ello, seres débiles y manipulables. No reside ahí el problema.
Y es que después de negarme a mí
misma, evolucionar como mujer y como feminista, encontrarme y desencontrarme,
desmitificar y mitificar, según el día, el amor y la entrega, conocí a Frida, o
quizás ya nos conocíamos de antes pero no nos había dado por pararnos a
observarnos. Y encuentro que el mayor símbolo y bandera del feminismo, lo es
porque amó, porque se entregó tal cual era, sufrió y se desgarro, perdió
probablemente mucho, para a la vez encontrarse, pero siempre fue ella en su
amor desmesurado.
¿Y es que acaso el amor no es más
que una manifestación artística de lo que tú eres? Como un cuadro abstracto,
una pintura cuyo pincel se mece solo según le mande el corazón, asestando
brochazos, en ocasiones de dolor, en ocasiones de felicidad desmesurada. Habrá
personas que amen de esa manera tan sosegada y ordenada, equilibrada y sana,
pero será porque ellos son así. Yo nunca fui sosegada ni ordenada, cuanto menos
equilibrada. Desmesurada y desproporcionada con amor a raudales brotando desde
las puntas de mis dedos a través de ese hilo rojo que me conecta a mí y que me
conecta al mundo.
El amor es arte y poesía, es
teatro, es música… Nadie puede encasillar cómo ha de sentirse o cuánto ha de
abarcar en tu vida y cómo eso te define como mujer. Pues como las melodías o
los trazos sobre un cuadro, son personales, únicos y una manera injuzgable de
brotar al mundo, a la vida.
Yo soy amor desmesurado, porque
me mesuro en demasiadas cosas, porque no amo a demasiados ni fui amada por
muchos, así pues como carencia o por todo lo contrario (abastecimiento inagotable por falta de
reparto) tengo esta forma de amar que no es ni más ni menos que la locura e
inconstancia con la que vivo, con la que a veces me enfado con la vida por su
desidia y dificultad y otras la adoro y me embeleso contemplando la belleza de
lo efímero. Pequeña y delicada me encojo ante el caminar, y el amar son mis
pasos, ni mejores ni peores, son mis zapatos,
en situaciones tan grandes que navego en ellos, en ocasiones tan
pequeños que me hacen tropezar. Y con heridas en los pies de querer encajar en
donde nunca encajo, con heridas en el alma porque me entrego al mundo a pecho
descubierto con la osadía de una temeraria, a veces me puede esta vida y este
amor, por mi, por ti, por el mundo. Otras me siento tan afortunada que podría
volar con solo pensarlo.
No pongas límites a mi amor por el amor, que es lo
único que me permite soportar la vida en este camino lleno de puntiagudas
espinas. Déjame volar, que yo nací para ello, y vuela conmigo que yo tengo polvo
de hadas y pensamientos felices para los dos.
Comentarios
Publicar un comentario