AIRE
Adicta a las emociones, a la
pasión desdibujada ante lo que está bien y está mal, ¿acaso el llenar de luz,
de amor todo lo que tocas puede estar tan juzgado y sentenciado? Me temo que
sí.
Ser yo misma a veces me
desconcierta hasta a mí. Los juegos de palabras, de deseos y miradas, aquellos pasatiempos que aceleran el pulso y hacen tu día pintarse de mil tonalidades,
buscando absorber cuánto te sea posible, como si la vida se escapara en cada
sorbo de oxígeno. Cautiva de un mundo cercado de fronteras, encasillada en
normas y morales auto impuestas, decorada con encajes, subtitulada en blanco y
negro, como si cada fracción de color fuese el peor de los pecados.
Tal vez este mundo nos
obliga a delimitar tanto el camino que surcamos, que nos impide disfrutar de un
amplio valle por el que correr y saltar y volar, dejar que la brisa nos recorra el cuerpo, dibujando tu silueta entre corrientes de aire que inundan tu ser, que
se deslizan por cada milímetro de tu epidermis, queriendo hacerte cosquillas
con lo prohibido, con lo hermoso, con lo sano, con lo único.
Nunca encajaras, me dijeron una
vez. Siempre seras el patito en la fiesta de cisnes, pero podrás usar el
disfraz que más te plazca pues nunca fuiste pato ni tampoco fuiste cisne.
Puedes volar si quieres, puedes sentir que eres cualquier elemento de este
planeta. ¿Por qué definirnos tanto? ¿Por qué caer en ese cubo de cristal que
nos impedirá movernos el resto de nuestras vidas?
No quiero ser un trozo de cemento
anclado a un lugar, una parte, una pieza. Quiero ser brizna de hierba, grano de
arena, mota de polvo que se eleve en el aire, que se desplace a los lugares más
recónditos, pudiendo transformarse y ser aquello que desee, aquello que sienta
en el momento.
Dejadme volar, que yo nací para
ello, dejadme soñar, que yo vivo para ello.
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