RE EMPEZAR

¿Qué me hizo superar mis miedos, mi ego, mi orgullo herido, mi dignidad dogmática que me impedía aceptar que no te olvidé? Cuando creía que ya nada era salvable, cuando quise creer que nuestros caminos discurrían por separado, me di cuenta que cada célula de mi cuerpo me empujaba hacia ti, me di cuenta que el miedo a perderte era más fuerte que el orgullo dictador e intolerante de saberte con otra, de hecho era el imaginarte con otra lo que me hizo despertar como una bofetada de realidad, el apremiarme a buscarte y descubrir que la vida sin ti, parecía más oscura que una vida con tus broncas, con tus malos despertares, con tus agobios. Mirar a mi lado cada mañana y no verte, pensar que otra sería quien viera tus ojos cada mañana, me hizo descubrir que no merece la pena una mañana sin tus abrazos, una noche sin tu cuerpo a mi lado, un mundo sin charlas en la encimera, el sabor a tabaco y café, un mundo sordo de tu risa, de esa que hace que te salgan arrugas en los ojos y en la boca, un mundo sin contar tus canas y tus arruguitas parece demasiado fea y vacía, quiero ser yo quien peine tus tristezas y quien festejes tus alegrías. He de decirte que no te pertenezco y que nunca lo haré, a veces creo que no me pertenezco ni a mí misma, pero si te puedo asegurar que si te arriesgas conmigo, te dedicaré muchas cartas, te sonreiré cada vez que la vida parezca que nos da la espalda, te besaré cada día como si fuera el último, nunca dejaré que caigas o en todo caso me tiraré al suelo contigo. 

Y… si todo sale mal, ¿a quién debemos explicación más que al guionista de nuestra historia de amor, a ese qué empezó nuestra historia una primavera a caballo? ¿Dime pues, quién tiene derecho a juzgar, quién puede decirnos que amar no merece que arriesguemos todo?

Déjame quererte de esta manera tan errática que yo suelo amar, déjame que te enseñe que es posible querer y es posible re-empezar los cuentos de hadas, que todo no acaba con el “y fueron felices y… soltaron perdices” (por darle un final más a mi estilo).