ARRUGAS EN EL ALMA

Al mirar en tus ojos llenos de arrugas del alma la vida parece que me hable, la consciencia se me despierta y la tierra me llama, tirando de mis raíces para recordarme lo física que es la vida, lo efímera y fugaz. Tras los surcos de tu cara y las venas de tus manos me miro y me veo reflejada en un futuro no tan lejano, pensando cuando tal vez también te pensabas como yo lo hago ahora.
Una vez le prometí escribir su historia, pero las vidas hay veces que no desean ser contadas por el simple hecho de que ya fueron difíciles de vivir. Ahora por ello intento hacer un boceto de tu sonrisa pero olvidé cuando fue la última vez que la vi. Has sido una guerrera implacable como buena mercenaria de la vida, en ocasiones incompasiva pero aprendí a entenderte cuando la sangre tira y el genio se hereda. No puedo juzgarte cuando mis cuentos se relatan con el sonido de tu voz en mi recuerdo, porque maduré cuando aprendí que El Cuento de la Buena Pipa no era más que un chiste para reírte de mí y sacarme de quicio. Casi desistí de ese vestido de lunares que iba a regalarte cuando me percaté de que el negro era el color de tus penas y que nunca dejarías que tu alma se pintara de colores. La vida tal vez no te fue fácil o tú no le fuiste fácil a ella, pero nadie te puede quitar el privilegio de haber sido peleona y rompedora de tus tiempos, no se porqué te extraña mi rebeldía.

He aprendido mucho de tus errores, por esa maternidad subrogada que has ejercido conmigo, de tu genio indomable, de tu manera tan acaparadora y drástica de querer, de tu masculinidad rebelde, de tu dogmática cabezonería. Has sido peculiar como poco, y nosotros, herederos de tu bricolaje chapucero y de unas papas ahogás que nunca podré imitar.

Ahora me llega el olor a arroz con leche que intento emular mientras las teclas de mi teclado temerosas te describen. Cuando creces entre gritos y palabrotas de abuela desvergonzada parece que la vida te obsequia con eso de por vida, porque déjame decirte que no fuiste mujer amorosa, pero si mujer amada, no fuiste abuela dulce de delantal y mermelada, pero sí de zapatilla en mano y boca disparada, no fuiste ideal pero si la idónea, la que la vida quiso y el mundo me regaló.
Cuatro años que caminar sola, te hicieron mella, tu que siempre te creíste independiente y no necesitada del amor que aquel viejito moreno te regalaba en cantidades industriales como un chorro de agua fresca, como todo lo que él hacía. Cuatro años de soledad frente a más de cincuenta de cojetadas juntos. La vida te regaló más de lo que imaginas, pero nuestros ojos codiciosos a veces nos ciegan con vendas de expectativas que nos entorpecen el camino.

De ti he me llevo sangre de guerrera, carácter de Mustang salvaje, temperamento de luchadora y experiencia aprendida de que la vida puede ser más fácil solo si nosotros queremos. Déjame que rompa la cadena, y déjame darte las gracias por las noches de arrope, los cuentos incontables, la panadería que nunca me dejaste barrer por tu afán de enseñarme, el dinero que nunca quise, y sobre todo las historias con olor a postguerra que me hicieron soñar con escribir sobre ellas. Gracias por hacerme igual y diferente, porque quererte fue como envejecer, no es hasta que duelen las arrugas y el corazón que descubres cuanto importa. 


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