¿FAMILIA?
Fiestas con sabor a familia y calor de hogar se acercan y yo
que escaseo de ambas cosas miro a mi alrededor y me pregunto si no habremos
estigmatizado ambos conceptos. Pues resulta que me perdí en cierto momento de
mi vida, buscando algo que ya tenía, pues creí que mi hogar era una especie de
edificio en ruinas, le faltaban pilares, parecía que cada día se torcía un poco
más, y de pronto descubrí que la belleza que ofrecía esta nueva arquitectura
era la que la hacía única e incomparable. Tal vez mi familia no se rija por los
miembros comunes, tal vez tenga más miembros de cuatro patas que de dos, y los
que deberían gozar del privilegio que te otorga el andar sobre dos piernas, séase
el juicio, el raciocinio, la madurez... no lo tienen, ni los necesitan.
En un día como hoy, por ser hoy, ni un día más ni un día
menos, hoy que no es ningún día especial del año, recuerdo aquella primera vez
que nos conocimos, él era un renacuajo de 50 centímetros de largo y yo una
preadolescente con crisis de identidad, pero entonces agarré su arrugada mano,
apenas era ni la mitad de la mía, su piel, blanca como la leche, la mía, oscura
y regordeta, sus ojos oscuros no tenían ni idea de quién era yo, probablemente
ni siquiera llegaran a enfocarme bien... pero, ¡oye! que ese día entendí que
era eso del amor a primera vista, y mira que era feo, pero... sé que aunque esa
mano ahora es el triple de la mía, y está llena de pelos, sigue siendo igual de
blanca, y sigue perteneciendo a un trocito de mi, a un ser que es como otro yo,
pero formado con un orden diferente de las variables. Hay veces que la gente no
entiende que amar a los que te rodean es tan fácil y sencillo como proponértelo.
La familia, olvídense, no es algo maravilloso e idílico como nos venden en los
anuncios de navidad, pero yo tengo la suerte de que aquello que decido amar, lo
amo por siempre.
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