ELLA...
La veo entrar en el lugar como un
torbellino rubio, arrolladora cual apisonadora, divertida, meciéndose con gracia
de un lado a otro, mientras todos la miran. Antes me causaba un poco de
vergüenza por eso de que a mi me gusta pasar desapercibida, pero ahora me
produce mucha gracia y curiosidad, pues no comprendo cómo es posible que
desprenda tanta vitalidad y energía cuando lleva demasiadas historias tatuadas,
demasiadas cicatrices que a cualquier otro hubiesen mermado, de hecho son cicatrices mutuas, que compartimos, que dolemos juntas... Se sienta despistada,
sin darse cuenta que todo el mundo es consciente de su presencia en el lugar,
como si de su cabeza saliese un aroma dispersado, atrayente y penetrante, un chorro de luz que se
esparce por el espacio que acaba de conquistar y de hacer suyo. No para de
parlotear, de moverse inquieta, de gesticular exageradamente. Tira un vaso. No
era de extrañar. Habla en voz demasiado alta para lo políticamente correcto y
mientras yo me sobresalto, al resto de la gente le hace mucha gracia. Los ha
conquistado a todos, y ella sin saberlo. Suena esa música que siempre la
acompaña, unos podrían decir que es la melodía de un móvil, yo prefiero pensar
que es su propia banda sonora, que como a toda gran actriz, le acompaña cuando
entra en escena.
Nadie la conoce, pero todos saben quién es. Todos la juzgan,
pero pocos conocen sus miedos. Todos la quieren, pero pocos han experimentado
su amor. Todos conocen sus gritos y hablar alocado, pero solo yo conozco cómo
suena su voz desde dentro y cómo retumba su melódico hablar cuando me
acurrucaba en su pecho.
A ti, por ser tú. Feliz cumpleaños. Te quiero.
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